Agustina Bessa-Luis escribió una de las definiciones más elegantes que se recuerdan sobre el amor carnal: “La amistad es un paso atrás de algo que debe ser dicho y hecho bien”. Se puede decir que todas las películas de Rita Azevedo-Gomes comienzan como besos a punto de ser dados, y que es tarea del espectador conquistar los labios. La cineasta filmó ese lapso crucial del atrevimiento (entendido como el segundo de silencio absoluto durante el lanzamiento de un penal decisivo) en A conquista de Faro, O som da terra a tremer y Fragil como o mundo, anticipando la apoteosis que constituye su ardiente y reciente A vingança de uma mulher, acontecimientos cinematográficos.

Cualquiera que sea el modo en que lo femenino y lo masculino se desarrollan y colisionan en el cine, en las películas de Rita los amantes se encuentran siempre con un rubor adolescente (como en Nicholas Ray, Elia Kazan o el primer Ingmar Bergman –el de los romances en islas–), aunque sin temer a precipitarse en la lava volcánica del enamoramiento. Sus películas siempre se acaban enamorando de alguno de sus elementos (cada una de ellas parece responder a una patología del hormigueo en el estómago), bien sea de una pieza musical (Grieg, Stockhausen, o Janis Joplin), de una voz (la de su compañero de despacho y cómplice en la Cinemateca Portuguesa durante 30 años João Benard da Costa, y su presencia más recurrente), del retablo barroco de una iglesia, de Manoel de Oliveira sentado como una estatua colosal de sabiduría en estado pre marmóreo, o de unos labios entreabiertos, como los de Rita Durão en A vingança de uma mulher. Ésta, su penúltima película (pues acaba de terminar un trabajo sobre la correspondencia entre Sophia de Mello Breyner y Jorge Sena), es una especie de apoteosis del oficio del cine entendido como trabajo artesanal, meticulosamente elaborado por manos femeninas. Una traslación meticulosa del cuento de Barbey D’Aurevilly con la idea inédita en todo el cine de no adaptar el contenido de la obra literaria, sino el libro entero como un precioso objeto físico.

 

(El presente texto fue escrito originalmente para el catálogo de la edición de 2014 del BAFICI – Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que dedicó una retrospectiva a Rita Azevedo-Gomes. El texto se reproduce con permiso de su autor).