Manu Yáñez

Desde que Thierry Fremaux anunció la programación del Festival de Cannes el pasado 16 de abril, The Assassin, la nueva película de Hou Hsiao-hsien, se había convertido en el gran interrogante cinéfilo del certamen. ¿Cómo iba a ser la aproximación de uno de los cineastas más austeros del mundo a uno de los géneros cinematográficos más exuberantes del Planeta Cine? ¿Quién iba a ganar la batalla entre el realismo de Hou y la fantasía del wuxia? Vista la incontestable obra maestra que es The Assassin, la respuesta a dicho interrogante no podía ser más sugerente y menos definitiva. Hou ha creado el wuxia más realista de la historia, pero The Assassin es sin duda la película más fantástica del director de City of Sadness y Millenium Mambo.

Surgido hace más de 2000 años como un género literario en el que confluían la crónica histórica y las artes marciales, el wuxia se convirtió en un emblema del cine de Hong Kong de los años 60 y 70 gracias a maestros como King Hu y Chang Cheh. En su versión más acrobática, el wuxia alcanzó unas cotas de espectacularidad que, décadas más tarde, serían sublimadas gracias a la pirotecnia digital en títulos como Hero o La casa de las dagas voladoras de Zhang Yimou. Por su parte, la senda expresiva que recorre Hou en The Assassin apunta en una dirección diametralmente opuesta a la de Yimou: contra la opulencia, minimalismo; contra la dilatación de las escenas de acción, pura síntesis; contra la épica, un intimismo radical; contra el relato cerrado, una cascada de sugerencias narrativas que perfilan un rico pero también difuso panorama histórico, social y afectivo.

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Intentar resumir la escurridiza trama de The Assassin supone todo un reto. Ahí va un intento: la película cuenta la historia de Nie Yinniang –interpretada con suprema contención por Shu Qi–, una experta guerrera cuya mente se halla “apresada por los sentimientos humanos”, como le recrimina su implacable maestra en el arte de la batalla. Nie es enviada a asesinar a Tian Ji’an (majestuoso Chang Chen), regente de una provincia históricamente aliada con el imperio de la dinastía Tang. En el pasado, Nie y Tian estuvieron comprometidos, pero su acuerdo matrimonial se rompió tras la muerte de la madre de ella. A las turbulencias sociales y políticas del periodo, se les suma un nuevo conflicto personal: la esposa de Tian está embarazada, al parecer, de otro hombre. Como es norma en el cine de Hou, lo socio-político se inscribe en el ámbito de lo personal a través de rituales cotidianos y situaciones mínimas: peinarse, vestirse con aparatosos ropajes, comer, bailar, tomar un baño tonificante… Rituales que enmarcan un patrón temático dominado por alianzas, fidelidades y traiciones, elementos centrales del imaginario del wuxia.

Y, claro, después están los duelos de espadachines voladores. En la rueda de prensa del film en Cannes, Hou reconocía su admiración por el cine japonés de samuráis, donde la tendencia al quietismo se resquebraja en súbitos fogonazos de acción. Algo parecido ocurría en una película de Chang Cheh como Have Sword, Will Travel. Hou lleva al extremo la claridad elíptica de las luchas, que en ocasiones parecen desarrollarse en el lapso de tiempo de un parpadeo. El tratamiento formal de dichos combates es uno de los emblemas del extrañamiento de The Assassin. Cuando uno intuye que el plano general será el dispositivo privilegiado para la presentación de los cuerpo-a-cuerpo, llega un plano cercano que altera la visión y aviva la acción. Algunas tomas parecen realizadas con teleobjetivo, otras se sitúan en el límite lírico de lo explicable: una batalla de grupo se intuye en la agitación lejana de una arboleda frondosa. Pese a la preferencia por los planos largos, el conjunto de la película apunta hacia un rigor dinámico que marca distancia con el habitual cine de estrictos planos secuencia de Hou.

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La dialéctica del rigor y el dinamismo puede verse como la expresión, en términos de forma, de la otra gran dicotomía que define el programa estético de The Assassin. Del prólogo en blanco-y-negro y formato cuadrado hasta su continuación colorista, pasando por una única escena en formato semi-panorámico –donde una reina toca un instrumento de cuerda tendida en un bosque–, The Assassin es un viaje prodigioso entre el verismo y la fantasía. Por un lado, Hou sustrae la épica del relato, su grandilocuencia potencial, poniendo el acento en un realismo radical. La textura de las imágenes –sobre todo en exteriores– resulta tan hipnótica como extraña: la sensación general apunta a un experimento con la alta definición, una imagen que trabaja con la (ilusoria) aniquilación de la mediación estética, una hiperrealidad abrasadora. En definitiva, una labor de despojamiento audiovisual que recuerda a los ejercicios de Kelly Reichardt en Meek’s Cutoff –por su austeridad y minimalismo– o de Albert Serra en Honor de cavalleria –por el despojamiento de la dimensión mítica de un relato de leyenda–.

Luego, por otra parte, está la dimensión fantástica del film, que se expresa en el límite entre la narración y la forma. Nie Yinniang es capaz de volar para enfrentarse a sus rivales, como no podía ser de otra manera tratándose de un wuxia. También hay encantamientos y fuerzas esotéricas, aunque la mejor expresión del aura fantástica de The Assassin la encontramos en su acercamiento a la naturaleza, que resplandece de un modo singular. Al margen de la espiritualidad de corte panteísta de Apichatpong, Malick o Kawase, Hou convierte el paisaje natural en un enclave mágico en el que confluyen cultura, fantasía y pura belleza –algo parecido a lo que conseguía Lisandro Alonso en Jauja–.

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Las escenas en interiores de The Assassin recuerdan intensamente a las preciosistas composiciones de Flowers of Shanghai –con su acumulación de focos de luz en el interior del plano–. Los habituales trenes de las películas de Hou son sustituidos por pequeños riachuelos y espesas nieblas arrastradas por el viento. Y también hay lugar para maravillosas anomalías, como un viaje por una gruta subterránea que se erige en un elogio de la oscuridad. Destellos sublimes de una película infinita que solo podría haber dirigido un maestro rabiosa y testarudamente personal como Hou Hsiao-hsien. En la rueda de prensa del film, Hou explicó que le gustaría dirigir otra película wuxia, pero que no está convencido de que los inversores que han invertido 15 millones de dólares en la realización de The Assassin vayan a recuperar su inversión. Si el mundo fuese un lugar justo, The Assassin se convertiría en la película más taquillera del año, algo impensable en la realidad. Más probable es que la nueva obra maestra de Hou se convierta en la mejor película de 2015.