Puede que Cemetery of Splendour no sea la mejor película de Apichatpong Weerasethakul pero sí es su film más accesible. Su novedosa inteligibilidad reside en la negativa del cineasta tailandés a representar visualmente el componente fantástico del relato, centrándose en la dimensión oral de la historia. En la nueva ficción de Apichatpong, Khon Kaen –pueblo natal del realizador– está siendo hechizado por muertos que moran bajo tierra, aunque esta alusión a lo sobrenatural no desencadena un torrente de imaginería fantástica (como sí ocurría en Tropical Malady). Tampoco encontramos en Cementery las posesiones demoníacas low-cost de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 2010. En el nuevo trabajo del director de Mysterious Objects at Noon, vivos y muertos conviven en un espacio escénico perfectamente acotado por las leyes del realismo fílmico.

La fantasía que envuelve el microcosmos de Cemetery of Splendour sólo hace acto de presencia a través de los diálogos del film. Una anciana tullida llamada Jen (Jenjira Pongpas, protagonista de Blissfully Yours) y la joven médium Keng (Jarinpattra Rueangram) son las encargadas de comunicarse con unos soldados hospitalizados que han sido poseídos por los antiguos reyes de Khon Kaen. Los monarcas sepultados están consumiendo las almas de los soldados tailandeses para ganar unos sanguinarios combates que acontecen en un inusual fuera de campo. Una guerra que transcurre en un universo paralelo que el espectador de Cemetery nunca conocerá.

La película, presentada en la sección Un Certain Regard del pasado Festival de Cannes, se desmarca de la anterior filmografía del director de Mekong Hotel al prescindir de un requisito cardinal que define toda su trayectoria: la exposición del universo fantástico y onírico que subyace y amenaza al mundo real. En Cemetery no hay representación alguna de fábulas sobre princesas violadas por espíritus marinos o espectros que matan a los aldeanos adoptando formas felinas. En esta ocasión, Apichatpong se acerca a los mitos a través de la palabra.

La narración oral de sueños, la evocación de los traumas bélicos de Tailandia, o la descripción del interior de un palacio imaginario donde habitan reyes de otra era acontece en las hermosas localizaciones de un sanatorio muy distinto al de Syndromes and a Century. Un escenario que, en una serie de escenas hipnóticas, cae bajo el embrujo de una colorismo fluorescente: unas lámparas terapéuticas bañan de luz la estancia en la que yacen los soldados comatosos. Una idea visual de la que cabe hacer responsable al nuevo director de fotografía de Apichatpong, Diego Garcia, colaborador habitual del cineasta mexicano Carlos Reygadas (Luz silenciosa, Post Tenebras Lux).