Página web del Festival de San Sebastián.

O ORNITÓLGO. João Pedro Rodrigues. 117 minutos. Portugal, Francia, Brasil (2016). Con Paul Hamy, Xelo Cagiao, João Pedro Rodrigues.

Sensual, grotesco y políticamente incorrecto, el cine del portugués João Pedro Rodrigues transcurre en el reino de lo indebido: allí donde las peores pesadillas y las fantasías prohibidas devienen reales, desenmascarando el brillo y la miseria de la condición humana. Sus films suelen estar protagonizados por outsiders abocados a una suerte de sinsentido dramático. Sin embargo, el nuevo mártir de Rodrigues no tiene problema alguno con el orden social; tampoco esconde secretos inconfesables o traumas que desalienten su existencia. El director de O fantasma juega por primera vez con el destino de un hombre corriente llamado Fernando: un ornitólogo feliz, apasionado con su trabajo, que se adentra en la reserva natural de Trás-os-Montes con el fin de verificar el estado de unas aves en peligro de extinción.

Así, aunque la primera hora de O Ornitólogo está filmada a la manera pedagógica e inofensiva de un documental de National Geographic, el espectador no debe bajar la guardia. Tras la prolongada presentación del hábitat natural y del protagonista, llega el momento del delirio, un viaje hacia la revelación de la verdadera identidad del protagonista, que ha vivido toda su vida sin saber que es San Antonio de Padua. No es la primera vez que Rodrigues ironiza sobre la pasión por la religión a través de la figura del santo patrón de Lisboa. En su maravilloso cortometraje Manhã de Santo António, el portugués retrató a los lisboetas celebrando el día de San Antonio como zombis putrefactos que vomitaban o se desintegraban por las calles de la capital. Sin embargo, cabe aclarar que O Ornitólogo no es una frívola burla de la religión. Rodrigues ha definido su chocante ficción con el mejor oxímoron posible: una ‘hagiografía blasfema’ de San Antonio de Padua. Si algo demuestra O Ornitólogo es que la espiritualidad también puede manifestarse a través de la representación cinematográfica del sexo, la violencia o la muerte. Carlota Moseguí.

La_disco_resplandece

LA DISCO RESPLANDECE. Chema García Ibarra. 12 minutos. Turquía (2016). Con Fátima Kounbache, Juan José Faz, Amine Midoune.

Nacido como parte del film colectivo In the Same Garden, que se centra en las relaciones entre Turkía y Armenia, desde “una perspectiva humana y a través de historias personales”, según afirma la sinopsis oficial del proyecto, La disco resplandece es el nuevo cortometraje de Chema García Ibarra. En su nuevo trabajo, el cineasta alicantino parece haber dejado atrás la ciencia-ficción de baja intensidad que venía practicando hasta ahora, cambiando la exploración más paranormal de la cotidianidad del Levante español por una suerte de ficción-documentada sobre un grupo de jóvenes que, al caer la noche, se juntan para bailar, beber y escuchar música en una antigua cantera abandonada. Rodando por primera vez en 16mm, con fotografía en 4:3 de Ion de Sosa, con actores no profesionales, La disco resplandece toma el argumento central del omnibus –esa convivencia entre turcos y armenios– y lo expande en pedazos, retratando a un grupo multicultural de jóvenes levantinos, de orígenes muy distintos, pero unidos por el pasar de las horas, los mensajes de audio por whatsapp y los pequeños roces con la ley y las fuerzas de orden publico. En La disco resplandece, García Ibarra demuestra que mantiene un refinado sentido del humor, que en esta ocasión está al servicio de una no-historia de encuentros, diálogos nocturnos y reggaeton. García Ibarra es probablemente el único cineasta español que filma sin prejuicios la desprestigiada generación de ni-nis, habitualmente demonizados en los medios de comunicación: jóvenes de clase trabajadora-obrera, sin estudios, sin futuro, y, aparentemente, sin intereses. Los equivalentes a los chavs sobre los que ha escrito Owen Jones en su libro La demonización de la clase obrera, García Ibarra trabaja sobre la representación de los jóvenes de clase trabajadora, no solo desde la fascinación y el conocimiento, sino sobre todo desde el respeto: el juego irónico y desprejuicidado de códigos, referencias históricas, música reggaeton (por excelencia, la música que la cultura oficial demoniza y desprecia), y zapatillas de deporte con neón, construye un retrato preciso de una generación resplandeciente y arrojada al vacío de un mundo sin futuro aparente. Gonzalo de Pedro Amatria

midnight-special

MIDNIGHT SPECIAL. Jeff Nichols. 112 minutos. Estados Unidos, Grecia (2016). Con Michael Shannon, Joel Edgerton, Kirsten Dunst.

Tras la proyección de Midnight Special en el pasado Festival de Berlín, Jeff Nichols defendió su película de ciencia ficción como la más personal de su carrera: un film sobre el sentimiento y deber de protección que tiene cualquier padre para con su hijo. No obstante, la relación entre el protagonista (Michael Shannon) y ese niño de ocho años tan especial no es el verdadero atractivo de la película. El principal valor de la cinta radica en la reunión de elementos de la ciencia ficción y del thriller hitchockiano, aunque, a diferencia de los que ocurría en Take Shelter, donde los géneros se presentaban entremezclados, aquí la aparición de los códigos de la ciencia ficción introducen un severo cambio de reglas en el relato. Midnight Special es una mixtura de E.T., el extraterrestre, Encuentros en la tercera fase y el terror de John Carpenter (en especial, El pueblo de los malditos). Los films de Spielberg o Carpenter marcaron la infancia del autor de Shotgun Stories, pero no por las apariciones de alienígenas o monstruos en la gran pantalla, sino por el método que empleaban estos cineastas para integrar lo sobrenatural en el seno de lo real. Para mantenerse cerca de sus maestros, Nichols se impuso una serie de reglas durante la escritura del guión. Se trataba de normas tan tajantes como impedir que los protagonistas y secundarios evolucionaran psicológicamente (a excepción del personaje de Adam Driver y el de Joel Edgerton), para no desviar la atención del espectador; o que dos personajes nunca hablaran de algo que sólo ellos dos supieran, para no dar pistas. El resultado es una eterna persecución del FBI en busca de una familia que intenta devolver un niño al lugar de donde procede. Carlota Moseguí

the_hedonists

THE HEDONISTS. Jia Zhang-ke. 25 minutos. China (2016). Con Sanming Han, Jindong Liang, Yuan Wenqian.

Nombre ineludible de la cinefilia del siglo XXI, el chino Jia Zhang-ke elabora en su cortometraje The Hedonists una suerte de comedia satírica: una farsa político-social sobre las consecuencias de la reconversión capitalista en China, que está introduciendo conceptos nuevos como el paro, los despidos, la precariedad, o la arbitrariedad en las relaciones laborales. The Hedonists arranca en una antigua fábrica minera, que parece verse obligada a cerrar por la perdida de negocio: el despido colectivo se realiza sin miramientos, recalcando el director de la fábrica las inmensas oportunidades que les esperan a sus extrabajadores en el mercado laboral. Los protagonistas, un grupo de trabajadores ya entrados en años, asumen el despido con humor, y emprenden la búsqueda de un trabajo animados por un espíritu lúdico y gozoso que contrasta con la seriedad que requieren los empleos a los que se presentan, y que definen muy bien el rumbo de la nueva China: guardaespaldas para un joven e inmensamente rico hombre de negocios, y figurantes en un parque de atracciones dedicado a explotar el pasado imperial del país; en el fondo, dos trabajos que revelan la adaptación de un país a la economía del turismo, el simulacro, las apariencias y la repetición ad infinitum de los vicios del capitalismo occidental, bajo la pátina de un comunismo disfrazado. Frente a la seriedad y ritualismo con la que los empleadores afrontan sus procesos de selección, los protagonistas hacen honor al título de la película, y prefieren el hedonismo vital, la juerga, la ironía y un sarcasmo crítico que desmonta las apariencias del sistema capitalista chino con mucho humor. La frase con la que el director de la primera empresa despide a uno de los trabajadores por dormir en su puesto de trabajo, “el socialismo no consiste en que hagas dinero mientras duermes”, revela muy bien la nueva realidad económica y social de un país que mantiene los rituales socialistas y un corazón profundamente capitalista. Gonzalo de Pedro Amatria

Oscuro_animal

OSCURO ANIMAL. Felipe Guerrero. 107 minutos. Colombia, Argentina, Holanda, Alemania, Grecia (2016). Con Marleyda Soto, Luisa Vides Galiano, Jocelyn Meneses.

En la sección Un Certain Regard de Cannes 2015 se presentó Alias Maria, un film que denunciaba el reclutamiento de niñas para la guerrilla paramilitar establecida en la selva colombiana. Si bien la película parecía interesante por la elección del punto de vista de una de las soldados –un chica de trece años forzada a combatir pese a estar embarazada–, el largometraje de Jose Luis Rugeles perdía verosimilitud debido a una caracterización demasiado arquetípica de sus personajes. En Oscuro animal, la excelente y arriesgada ópera prima de Felipe Guerrero, ocurre todo lo contrario. Sin diálogos ni sonido ambiental que no provenga de la selva –se imponen los llantos, cumbias, disparos y gemidos–, la película versa sobre la huida de tres mujeres hacia Bogotá para reescribir su futuro. Guerrero prescinde de la puesta en escena del pasado de sus protagonistas y tampoco expone las causas de su urgente necesidad de evasión. La clara presentación de los acontecimientos parece algo secundario para el director colombiano. Sin embargo, Guerrero nos invita a intuir un relato a través de una mirada perdida, una lágrima o un primer plano de una impactante fotografía.

Oscuro animal no celebra la huida de sus protagonistas, sino que denuncia las razones que provocaron dicha huida: ese ‘oscuro animal’ –ambiguo pero cierto– al que podríamos llamar ‘terror’ o ‘paranoia’. El miedo grabado en los rostros de las mujeres proviene de la certeza de ser violadas, torturadas o asesinadas en cualquier momento. Por otro lado, pese a tratarse de un film con un contenido altamente feminista, Guerrero retrata a sus protagonista –grandes (y silenciosas) soñadoras– como aquello que realmente son: el sexo débil. Ante una realidad cultural y una coyuntura totalmente adversas, las protagonistas no hallan otra alternativa que cambiar de lugar para asegurar su supervivencia. Carlota Moseguí.