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Por Gonzalo de Pedro

SIN DIOS NI SANTA MARÍA. Helena Girón Vázquez, Samuel M. Delgado. 11 minutos. España (2015).

La cada vez más evidente hegemonía de las tecnologías digitales, que por diversas razones (políticas y económicas, especialmente) ha terminado por hacer desaparecer de las prácticas industriales los formatos fílmicos tradicionales, ha abierto una fértil vía de trabajo –en parte fetichista, en parte reivindicativa y nostálgica– con formatos que muchos querrían condenados a la desaparición, como el 16mm o el Súper 8. Una de las vías tomadas por esta reivindicación del celuloide pasa por la exploración de la parte más fantasmagórica de las imágenes. Es el caso del sobresaliente trabajo de Samuel M. Delgado y Helena Girón, Sin dios ni Santa María, que lleva ya una espectacular carrera por festivales experimentales de todo el mundo. Trabajando con material en 16mm caducado, y recuperando unas grabaciones etnográficas de audio realizadas en los años sesenta, Delgado y Girón realizan un trabajo que cae más cerca de la etnografía experimental, de la antropología alucinada, que del documental convencional. La mezcla de los audios de un pasado reciente, pero ya desaparecido –un trabajo sonoro que combina el registro con la distorsión–, con unas imágenes voluntariamente imperfectas, sometidas al azar de un revelado artesanal, convierte la película en una especie de viaje imposible por un tiempo que no existe: un punto intermedio entre el más allá y nuestro pasado más reciente, una especie de ouija cinematográfica sobre la que sobrevuelan mitos de brujas, mujeres malvadas y temores ancestrales que la materialidad de las imágenes y de las grabaciones sonoras, ambas físicamente palpables, no consigue atrapar.

1-San-Siro

SAN SIRO. Yuri Ancarani. 26 minutos. Italia (2014)

Yuri Ancanari es uno de esos cineastas que transitan sin complejos entre el mundo del cine y el del arte contemporáneo, con una práctica audiovisual (¿cinematográfica?) que tiene tanto que ver con el relato expositivo como con ciertas derivaciones del cine (aparentemente) observacional, una mezcla que él ha llevado hasta una práctica en la que ciencia y ficción se funden en un territorio que no es exactamente el de la ciencia-ficción, pero mucho menos es el del documental. San Siro, estrenado en el Festival de Locarno en 2014, es un estremecedor retrato de las tripas de un monstruo contemporáneo, un auténtico polo de energía, a medio camino entre el templo de peregrinación y el agujero negro: el estadio de San Siro, en Milán. Ancanari aborda el retrato desde un punto de vista obrero, focalizando sus largos planos fijos en el trabajo, los ritos, las ceremonias y los movimientos que sostienen el espectáculo futbolístico: todo aquello que no figura, que no se ve, pasa al primer plano de la cámara tan pictórica como afilada de Ancanari. A través de una fragmentación del espacio y un tratamiento sonoro de primer nivel, el director italiano construye un retrato entre fantasmagórico, alucinado y casi aterrador de un monstruo que se sostiene sobre el trabajo invisible de mucha gente: no en vano, San Siro es el último de los capítulos de la serie que Ancanari dedicó al trabajo, y que han hecho de él uno de los nombres más fascinantes del audiovisual contemporáneo, acompañado siempre del prodigioso ingeniero de sonido Mirco Mencacci.

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ATLANTIS. Ben Russell. 23 minutos. Estados Unidos (2015)

Una idea de fondo atraviesa todo el trabajo del cineasta experimental Ben Russell, más allá de su siempre fascinante trabajo con el cine como camino de exploración sensorial y etnográfica: la posibilidad, o imposibilidad, de la utopía. Una idea presente en su primer largometraje, Leat Each One Go Where He May, donde una pareja de hombres partían con rumbo incierto desde una cabaña en pleno Surinam en busca de la posibilidad de un futuro, y también en su trabajo compartido con Ben Rivers, A Spell To Ward Off the Darkness, que exploraba de tres maneras –a través del silencio, la comunidad y la música– los caminos de la espiritualidad (¿acaso no es también una utopía en un mundo impulsado a gran velocidad contra sí mismo?). Atlantis escruta uno de los grandes imposibles de la cultura occidental, el de la Atlántida, a través de sus resurtieras en forma de novelas baratas pop, para explorar la posibilidad de alcanzar ese No-Lugar. Como pocas veces había logrado Russell en su trabajo, Atlantis combina lo sensorial, lo vehicular, el propio cine como experiencia utópica, con lo ensayístico y filosófico. Como explicaba el propio Russell en una entrevista en Vdrome, ese ideal de sociedad se parece, para él, a “una en la que los seres humanos todavía se reúnen en silencio en la oscuridad, en una experiencia colectiva de parpadeo, para luego dispersarse, transformados, regresando a su cotidianidad”.

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VOLONTÉ. Marcos Flórez, Helena Girón, Rafa Mallo, Roberto Mallo, Miguel Prado, Lucas Vázquez de la Rubia, Lucía Vilela. 27 minutos. España (2015).

No por casualidad, el trabajo colectivo Volonté comparte con Sin dios ni Santa María algo más que alguno de sus directores: el trabajo con las imágenes de 16mm, cierta fascinación por los formatos en desuso, pero sobre todo, la búsqueda quizás quimérica de la captación más concreta y física de algo inmaterial: los mitos sobre la feminidad en el caso de Sin dios…, la creación musical en el caso de Volonté. Bebiendo de forma obvia de la herencia de Jem Cohen y sus trabajos musicales, esta pieza coral se vale del registro en fílmico, también con un procesado artesanal que resalta su materialidad, para tratar de aprehender en los fotogramas aquello que no se puede capturar: la inspiración, el trabajo musical, la energía que fluye y termina por componer una canción a base de trabajo, y más trabajo. El grupo de improvisación musical experimental Volonté es el protagonista (tras un año de inactividad) de este trabajo que, si no logra capturar ese espíritu que fluye invisible entre los músicos, si al menos se acerca al retrato de esa combinación de amor, pasión, y trabajo duro que supone cualquier proceso creativo. El 16mm es la muestra última de ese intento por fijar lo que se escapa, lo que quizás solo pueda vivirse en primera persona, en comunión íntima con la música sonando a través de los altavoces.

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O DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICO. Miguel Mariño. 29 minutos. España (2014).

He aquí otro trabajo gallego que expresa una fascinación por los materiales fílmicos, en este caso, por las imágenes de archivo que el realizador experimental Miguel Mariño recibió en formato de 16mm en 2012. Imágenes sobre las que fue trabajando hasta dar con esta película que combina una narración en primera persona sobre la propia materialidad de las imágenes con un relato de índole más científica, relacionado con la propia historia de las imágenes y su autor original. Esas dos capas se funden en un trabajo en el que la palabra “descubrimiento” adquiere un doble sentido: el descubrimiento de un cineasta perdido, el Américo del título, y el descubrimiento que el propio Miguel Mariño hará sobre la fascinación y la obsesión que esas imágenes le despiertan, y que, más allá de la propia cinefilia, enlazan con una obsesión por entender nuestro cotidiano a través de las pistas que nos arroja el pasado. ¿Acaso no es eso el cine? Entre el ensayo, el diario, y el documental, O descubrimiento de Américo es en el fondo el descubrimiento de nuestra propia ignorancia frente a las imágenes que nos observan.