Página web del Festival de Cine Internacional de Ourense (OUFF).

HERMIA & HELENA. Matías Piñeiro. 87 minutos. Estados Unidos, Argentina (2016). Con Agustina Muñoz, María Villar, Mati Diop, Keith Poulson.

El año 2010 fue un año decisivo para Matías Piñeiro. Tras dirigir A propósito de Buenos Aires, El hombre robado y Todos mienten, el cineasta argentino inició lo que se convertiría en una suerte de tributo prolongado al mejor dramaturgo de todos los tiempos: William Shakespeare. Sus últimos films (La princesa de Francia, Rosalinda y Viola) son revisiones íntimas –no adaptaciones– de tres comedias del escritor inglés, Trabajos de amor perdidos, Noche de reyes y Cómo gustéis. En su nuevo trabajo, Hermia & Helena, Piñeiro se aproxima a Sueño de una noche de verano a través de dos personajes femeninos y “secundarios” de la obra original –la hija de Egeo y su mejor amiga–, cuyos rasgos psicológicos y tipológicos se desperdigan por todos los personajes de la película, principales y secundarios, masculinos y femeninos. Cabe decir que las “vivencias” de los protagonistas, que se pasean por localizaciones poco turísticas de Manhattan –en un intento consciente por destruir la imagen idealizada de Nueva York que universalizó el cine de Woody Allen– no serán las únicas escenas que verán los espectadores de Hermia & Helena, una película estructura en torno a duetos actorales. La exquisita trama rohmeriana del film se alterna con una representación insólita de la traducción de Sueño de una noche de verano. El fantasma de Shakespeare se materializará en la ficción imprimiendo palabras de su célebre comedia sobre las imágenes o convirtiendo los fotogramas al negativo. Sin embargo, Shakespeare no es el único espíritu que vaga por Hermia & Helena. La musa de Yasujirō Ozu, Setsuko Hara, a quien Piñeiro ha dedicado su película, se introduce en la mente de Camila para que pronuncie uno de sus versos más célebres: “La vida es decepcionante”. Carlota Moseguí

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ÚLTIMAS CONVERSAS. Eduardo Coutinho. 85 minutos. Brasil (2015).

Con la desaparición de Eduardo Coutinho, quizás uno de los más grandes cineastas de Latinoamérica, perece una tradición de cine documental que tiene en el cuerpo, la palabra y la voz sus principales protagonistas. Frente a quienes denostaron la conversación, la entrevista, como una herramienta de construcción cinematográfica, quizás por su uso y abuso por parte de los documentales televisivos, Coutinho demostró que la conversación (que no es lo mismo que la entrevista) es el arte de saber escuchar y saber mirar. Sobre el dialogo entre él, su cámara y los personajes que encontraba, construyó una de las obras más fascinantes del cine contemporáneo, que terminó por conformar un retrato fragmentario de un país en construcción. Aparentemente simples, rutinarias, formalmente desconcertantes por su falsa sencillez, las películas de Coutinho son obras capitales de un cine que se entiende solamente en relación al otro, un cine que se construye con la voz, los gestos, el cuerpo de las personas, y un cine que, además, no oculta su condición de aparato cinematográfico, y huye de la objetividad para abrazar la construcción, y el retrato de un país a través de las canciones, las voces, las miradas. Ultimas conversas (Ultimas conversaciones) es la película póstuma de Coutinho, terminada por su mecenas, el también cineasta João Moreira Salles, y funciona de alguna manera como despedida, testamento y epítome de muchos años de trabajo. Reducida a su mínima expresión, la de una cámara que filma los diálogos y las charlas con una serie de alumnos de las escuelas públicas de Río de Janeiro, Ultimas conversas es una película testimonio y testamento que se proyecta como pocas hacia el futuro, con esperanza, a través de un cine que es, sobre todas las cosas, un camino de encuentro, palabra y confianza. Gonzalo de Pedro Amatria

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DÍAS EXTRAÑOS. Juan Sebastián Quebrada. 70 minutos. Argentina, Colombia (2015)

Un auténtico OVNI cinematográfico, Días extraños narra la relación de amor-odio de una pareja de colombianos radicados en Argentina con una fuerte tendencia autodestructiva. Se quieren apasionadamente –las escenas sexuales son bastante intensas–, pero también se agreden, verbal y hasta físicamente, con la misma visceralidad y descontrol. Son ellos –y los múltiples exteriores de una Buenos Aires casi atemporal filmada en hermoso blanco y negro– los omnipresentes protagonistas de la historia. Los únicos personajes secundarios con cierto desarrollo tampoco son argentinos: el propietario chino de una tintorería con el que se putean de lo lindo porque él no quiere devolverles la ropa que dejaron y una joven uruguaya a la que invitan (casi secuestran) para sostener un triángulo sexual. Días extraños es una película muy libre, desenfadada y por momentos bastante extrema que apuesta claramente a la provocación. John Cassavetes y Jim Jarmusch son dos referentes ineludibles de Quesada y, en ese sentido, su película trabaja tanto la corporalidad como la liviandad, la violencia como la ternura, la naturalidad como el absurdo. El proyecto nació (y de allí provenga probablemente su bienvenido espíritu lúdico) de una serie de trabajos prácticos en el ámbito formativo de un taller de la FUC (la Universidad del Cine de Buenos Aires). Quizás por eso, también, deja cierta sensación de falta de cohesión, de situaciones a veces deshilachadas y “pegadas” un poco artificialmente. Sin embargo, esos reparos resultan menores frente a la potencia de muchas de sus escenas, la credibilidad de las actuaciones y, sobre todo, por la forma en que se apropian de la ciudad y logran exponer la sensación de extrañeza, de dificultad para integrarse de estos dos jóvenes y explosivos colombianos sueltos en Buenos Aires. Diego Batlle

treblinka

TREBLINKA. Sérgio Tréfaut. 76 min. Portugal, Rusia (2016). Con Isabel Ruth, Kiril Kashlikov.

Un tren cruza la Europa del Este contemporánea, franqueando, a una velocidad mortuoria, los gélidos paisajes de Rusia, Ucrania y Polonia. La atmósfera glacial del exterior (casi inerte) no es tan distinta al interior del convoy: estamos ante un tren fantasma, en el que viajan las víctimas de los campos de exterminio nazi. El Holocausto empezó con un tren. Un tren que se desplazaba de día y de noche, transportando más y más víctimas, durante los siete días de la semana, en las cuatro estaciones del año. Por ese motivo, el director portugués Sérgio Tréfaut ha utilizado este monstruoso vehículo de metal para ubicar su film-ensayo sobre la pérdida de la memoria histórica de la Shoah. Un hombre y una mujer ponen el cuerpo y la voz al personaje colectivo. Por un lado, las voces narraran extractos de las memorias de Chil Rajchman –traducidas al español por ‘Treblinka’– basadas en la estancia de diez meses del superviviente judío en el campo de exterminio homónimo. Mientras escuchamos el escalofriante testimonio, las figuras humanas que lo relatan –casi siempre desnudas y desprotegidas– perderán progresivamente su corporeidad. El director de Alentejo, Alentejo plasma la siniestra evaporación de los sujetos filmando sus cuerpos a través de su reflejo en los espejos o en los cristales de las ventanillas, como propuso José Luis Guerin en La Academia de las musas. Poco a poco, las entrañas del tren se convierten en una alucinación, un espejismo vago, imposible de recordar, como las atrocidades que transcurrieron en esos paisajes donde, incluso, la naturaleza volvió a florecer. Carlota Moseguí