Carlota Moseguí

Llegó el día de la inauguración de la sexagésima octava edición del Festival del film Locarno. Jonatham Demme relevaba a Luc Besson como el protagonista de la apertura del certamen. Sin embargo, el director de El silencio de los corderos no ha conseguido hacer olvidar el thriller de ciencia ficción protagonizado por Scarlett Johansson que el año pasado dejó sin palabras al público de la Piazza Grande (la plaza que acoge las proyecciones más estelares del festival y que puede acoger hasta 8000 espectadores). Igual que Lucy, Ricki and the Flash cuenta con una soberbia interpretación de su protagonista. La siempre espléndida Meryl Streep da vida a una veterana rockera amateur que cada noche actúa con su banda en una taberna de Los Ángeles, cantando grandes clásicos de los años setenta o versionando hits de P!nk y Lady Gaga. Ricki es aparentemente feliz a pesar de no haber cumplido el sueño de convertirse en una estrella. La solista seguirá tocando con su grupo ‘The Flash’ mientras permanezca en el mundo de fantasía que ella misma ha creado para no tener que pensar en las razones egoístas que la llevaron a abandonar a su esposo y a sus tres hijos. No obstante, una inesperada llamada de su exmarido, Pete (Kevin Kline), solicitando su presencia en Indianápolis para ayudar a su hija Julie (Mammie Gummer), la obligará a poner los pies en la tierra.

El nuevo film de Demme –que llegará a España el 28 de agosto– se sostiene con solvencia cuando se centra en la honesta y valiosa recuperación del tiempo perdido entre Ricki y Julie (madre e hija dentro y fuera de la ficción). Sin embargo, cabe señalar que nunca llegamos a ver florecer ese vínculo entre las dos mujeres, puesto que los personajes de Demme no han sido creados para contar una historia, sino para protagonizar una serie de gags. Aunque el sentido del humor de las tragicomedias del director de The Master Bulder siempre resulta ameno, esta película no ha acabado de convencer a la crítica desplazada a Locarno debido a su tratamiento superficial de sus temas de fondo.

Meryl Streep en "Ricky and the Flash" de Jonathan Demme.

Meryl Streep en “Ricky and the Flash” de Jonathan Demme.

Ricki and the Flash peca de un exceso de subtramas, con las que Demme intenta abordar distintos géneros. Así, el film puede definirse como un musical, un drama familiar, como una historia de amour fou entre dos integrantes de una banda de rock o como el relato de superación de una mujer traumatizada por su divorcio. Por otro lado, hay que admitir que el repertorio de canciones que interpreta la talentosa banda formada por Meryl Streep (cuyas dotes musicales descubrimos en Mamma Mia!), Rick Springfield, Rick Rosas (fallecido ex-bajista de Neil Young) y Bernie Worrell han deleitado al público melómano. Las actuaciones musicales son el punto fuerte de Ricki and the Flash: como musical rockero, el film funciona a la perfección.

Además de Ricki and the Flash, también pudo verse ayer en Locarno otro largometraje norteamericano: James White, la potente ópera prima de Josh Mond que inauguró la sección oficial. Este debut dirigido por el productor de Simon Killer y Martha Marcy May Marlene muestra una clara sintonía con el cine independiente yanqui al que Locarno lleva años prestando atención (el año pasado, el certamen suizo acogió la premiere mundial de Christmas, again y también proyectó Listen Up Phillip, Buzzard, Land Ho! y Creep). Este año, Locarno ha colocado dos de las películas más aclamadas del pasado Festival de Sundance en la Competición Internacional: la citada James White y el cuarto largometraje de Rick Alverson, Entertainment.

Cynthia Nixon y Christopher Abbot son madre e hijo en "James White" de Josh Mond.

Cynthia Nixon y Christopher Abbot son madre e hijo en “James White” de Josh Mond.

James White es una historia sobre el amor puro, desinteresado e incondicional que un hijo (Christopher Abbot) muestra hacia su madre (Cynthia Nixon) cuando esta yace en su lecho de muerte. Los preciosos y tiernos diálogos, junto con los coreografiados y devotos gestos del hijo protegiendo y abrazando a su madre –prácticamente idénticos a los de Madre e hijo de Alexandr Sokurov– se contraponen con la monstruosidad que exhibe el protagonista en sus salidas nocturnas: una agresividad y una libido incontrolables que remiten al personaje de Michael Fassbender en Shame.

Mond emplea un dispositivo formal similar al utilizado por Alex Ross Perry en Queen of Earth: eternos primeros planos que incomodan al espectador y que describen la tensión y el caos interior de los personajes. Por otro lado, James White no es el clásico melodrama sobre la lucha contra el cáncer filmado desde el punto de vista de un allegado del enfermo. Este exquisito debut describe la existencia de unos demonios que aparecen únicamente cuando un gran amor está a punto de extinguirse. Desde la secuencia de apertura del film, donde James aparece y desaparece del velatorio de su padre teniendo que escoger entre seguir drogándose en afters o hacer compañía a su madre, percibimos la dualidad en su comportamiento. Se trata de una batalla moral que transcurre en el interior de su mente.

La gran sorpresa de la primera jornada del festival no llegó hasta la tercera proyección del día. Dream Land de Steve Chen, que inauguró la sección Cineasti del Presente, retrata la crisis existencial de Lida (Lida Duch), una veinteañera que se encuentra en la cumbre de su carrera como agente inmobiliaria y administradora de una nueva metrópolis en Nom Pen. A pesar de su indiscutible éxito profesional, Lida sufre una depresión al augurar la ruptura de su malsana relación con un prestigioso fotógrafo de moda (Sokun Nhem). Para poner fin a su alienación, Lida viaja con unos amigos a la paradisíaca isla camboyana de Koh Tonsay, donde su mejor amigo (Hak Kim) le proporciona un tour por las estancias de los antiguos reyes de la región. Tras esa visita guiada –tan parecida a las que ella facilita a sus clientes–, Lida descubre que existe una presencia ancestral y espectral que frecuenta el mundo de los mortales.

El pop habla por la protagonista de "Dream Land" de Steve Chen.

El pop habla por la protagonista de “Dream Land” de Steve Chen.

A partir de ese momento, como si se tratara de una película de Apichatpong Weerasethakul, la dimensión espacial de Dream Land se quiebra y pasa a describir dos realidades paralelas. Una de ellas será la verdadera, donde la protagonista seguirá siendo infeliz; la otra será la del mundo de los sueños, donde la joven estará permanentemente de vacaciones con su novio en esa isla invadida por los espíritus. Cabe destacar la cualidad fantasmagórica de los escenarios del mundo imaginario en contraposición con el kitsch terrenal. Chen y su director de fotografía, Douglas Seouk, plasman el misterio intangible de lo real con unos planos idénticos a los travellings de acercamiento y alejamiento al hospital de Syndromes and a Century. En cambio, el tratamiento de la incomunicación de la protagonista hace pensar en Concrete Clouds de Lee Chatametikool. Las letras de las canciones de unas pixeladas cintas de karaoke describirán el estado de ánimo de la hermética protagonista. En el mundo real, el pop hablará por ella.