La protagonista de Las plantas se llama Flor y debe cuidar de un hermano que está en estado vegetativo, aunque en realidad el título de la película hace referencia a un cómic en el que, por la noche, las plantas se adueñan del cuerpo de los humanos. Mezclando un retrato semi-realista de la vida cotidiana de Flor y unas fugas hacia el ámbito de lo fantástico –un poco a la manera del cine de Apichatpong Weerasethakul–, Las plantas explora el Santiago de Chile actual desde una perspectiva extrañada. El arranque de la película es toda una declaración de intenciones: el montaje se entrecorta, los diálogos se solapan creando una sinfonía críptica, los planos parecen tomados desde el punto de vista menos privilegiado de la acción: desde detrás de ventanas, escindiendo los cuerpos de los actores. El conjunto remite a una versión hiperbólica del cine de la argentina Lucrecia Martel, aunque también recuerda al estilo de la chilena Dominga Sotomayor. La película, ópera prima de Roberto Doveris (que también escribe el guión), es una coproducción entre Chile y Argentina.

A medida que avanza el relato, la puesta en escena se va “normalizando”, aunque conserva hasta el final un halo de misterio: pese a seguir muy de cerca las peripecias de la protagonista, nunca llegamos a familiarizarnos del todo con ella, tampoco con los escenarios del film (el apartamento familiar permanece como una suerte de laberinto sombrío). Como las hermanas de Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki, los hermanos de Las plantas tienen a su madre hospitalizada. Desatendida, Flor navega por su adolescencia buscando refugio entre sus insustanciales amistades, disfrazándose de sus personajes de cómic favoritos y, finalmente, explorando su incipiente sexualidad. A partir de un determinado momento, el despertar sexual de la protagonista toma las riendas del relato. Flor inicia una serie de citas con desconocidos a los que convoca por Internet y a los que observa desde detrás de su portal de cristal: un juego de exhibición y poder que tendrá inciertas consecuencias. La película sabe extraer de estos encuentros una cierta belleza, esquivando la tentación del sensacionalismo, y también logra hilvanar de un modo natural, poco forzado, las diferentes caras de la poliédrica personalidad de Flor. Puede que, por momento, Las plantas parezca algo constreñida en su diálogo con ciertos referentes cinematográficos, pero el conjunto resulta lo suficientemente interesante como para esperar con ilusión los próximos trabajos de Doveris.