Carlota Moseguí

Zhao Liang, autor de la monumental Petition, arremete, de nuevo, contra el sistema político feudal de China en su último y excepcional documental, Behemoth. Presentado en la competición del penúltimo Festival de Venecia e integrante de la sección oficial de L’Alternativa, Behemoth cautivará a la audiencia por el esteticismo de su meditación crítica en torno al socialismo chino y su actual deriva capitalista. El deleite plástico, que hace de su visionado una gesta memorable, predomina especialmente en el primer capítulo del documental. Sin ningún tipo de sendero narrativo donde apoyarse, Liang combina fragmentos de La Divina Comedia de Dante con una selección de imágenes –de extraordinaria belleza y proeza fotoperiodística, dignas de ser comparadas con el trabajo del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado–, en las que se aprecia la mutación del paisaje de la Mongolia contigua al Este de China. Detrás de estas exquisitas imágenes, acompañadas de los versos del poeta italiano, se esconde una de las mejores denuncias sociales que ha dado de sí la cinematografía china, y que es, además, mucho más conceptual de lo que parece.

La primera pista que debemos tener en cuenta para descifrar el enigma conceptual de Zhao Liang se encuentra en el mismo título del largometraje. Según el director chino, el socialismo de su país es tan peligroso como el Behemot: el monstruo citado en el Libro de Job. Como ha verbalizado el cineasta en varias entrevistas, Liang opina que la ideología socialista china es una grave e inútil malinterpretación del marxismo, que ha acabado con la vida de millones de sus compatriotas. De este modo, al igual que Petition –su anterior documental sobre la imposibilidad de denunciar los abusos de poder de los ayuntamientos u otras autoridades con potestad en las provincias de China–, Behemoth nace de la necesidad de exteriorizar el sentimiento de impotencia que sufren y comparten los ciudadanos chinos.

Liang pone en escena la tragedia que causa la bestia Behemot mediante una ingeniosa alegoría fragmentada en tres partes, que simbolizan cada una de las tres esferas de La Divina Comedia: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Así, en el primer capítulo, que como señalábamos se caracteriza por la elección de extraordinarias localizaciones, la extracción de carbón en suelo mongol (por empresas chinas) representará el Infierno de Dante. Más adelante, descubriremos qué sucede con esas toneladas de carbón desenterradas. En esta segunda parte, el Purgatorio, la película se transforma en una suerte de apéndice actualizado de la otra gran obra maestra del cine documental chino: Al oeste de los raíles de Wang Bing. Liang documenta el trabajo llevado a cabo en las fábricas donde se funde el carbón con otros metales para forjar el acero. Al igual que Bing, Liang filma con sumo detalle la vida doméstica de las familias de los obreros explotados en aquellas fábricas; y, en especial, las problemáticas sanitarias: todos los trabajadores padecen la incurable enfermad de la pneumoconiosis que reduce su esperanza de vida a los cincuenta años.

El círculo de la desdicha de los chinos en manos del Behemot se cierra con un tercer episodio que da sentido a todo el documental. El epílogo del film, que debería representar el Paraíso de Dante, no tiene nada de paradisíaco más allá del nombre del lugar. Nos encontramos en Paradise City –también conocida como la ciudad de Ordos–. Los numerosos rascacielos de la urbe, construidos con ese acero que ha acabado con la vida de tantos chinos en la mina y en las fábricas, no tienen ninguna utilidad, puesto que la ciudad está completamente despoblada. Nadie habita ese lugar fantasma, más allá de las gigantescas capitanas que ruedan por las calles como en los westerns clásicos.