La indefinición, orgullosa, como bandera es la seña de identidad del trabajo de Kikol Grau, un realizador autodidacta que lleva años moviéndose por un magma de detritus audiovisuales, entre los medios de masas, el cine o la televisión, y con internet como fuente y a la vez como red para la exhibición. Animado por un auténtico espíritu punk, Grau empezó su carrera de realizador en televisión en una época de inusitada libertad, una experiencia que le permitió curtirse en la experimentación más salvaje, al tiempo que afinaba su sentido del humor, su salvajismo audiovisual y su constante ataque a la forma inconsciente en la que consumimos las imágenes y dejamos que construyan nuestra cultura, nuestro imaginario, nuestra historia. E historia es justamente la carrera que Grau, técnico de vídeo y parte fundamental de Hamaca Videoarte, decidió estudiar hace unos años, para atacar las imágenes desde su parte más ideológica: los discursos que escriben, que anulan, que consolidan; las ideologías que alimentan, que desmontan, que promueven. Porque por encima del divertimento y el sentido del humor, sobresaliente en el trabajo de Grau, lo que anima su trabajo es la idea de mostrar la cara oculta de la historia, desvelando lo que las imágenes ocultan, y contribuir así al pensamiento crítico a través, justamente, de una forma lúdica y cargada de referencias a la cultura popular.

Ensayista punk, el trabajo de Grau se sitúa a medio camino entre la praxis crítica de Chris Marker, el montaje de Basilio Martín Patino, y el reciclaje de María Cañas, pero todo vertebrado por un espíritu de barroquismo popular, un imaginario plagado de películas de serie B, imágenes extraídas de internet, de la televisión, de géneros populares, con los que Grau enfrenta al espectador a su propia culpabilidad, ya sea pasiva o no, como constructor de discursos hegemónicos. Un carnavalismo-canivalismo audiovisual que devora y regurgita discursos críticos a partir de las imágenes que anulan el pensamiento.

Kikol Grau (el de la derecha).

Kikol Grau (a la derecha).

Las dos películas que la Unión de Cineastas programa este miércoles 29 en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes son dos muy buenos ejemplos para entender el trabajo y las influencias de Grau: por un lado el ámbito musical, especialmente el relacionado con el punk, el metal, y las expresiones más populares y menos mediáticas del rock salvaje; y por otro el trabajo con imágenes de medios de masas como constructores de discursos de entretenimiento y desinformación, de consumo de drama frente a constructores de pensamiento crítico y formado. Dos ámbitos que, aunque están bien representados por cada una de las películas, no necesariamente permanecen separados, sino que conviven y trabajan de la mano. Así, Las más macabras de las vidas, su ópera-rock-punk-karaoke sobre el mítico grupo de rock radikal vasco Eskorbuto no es ni de lejos una hagiografía, ni mucho menos una biografía al uso, sino sobre todo un paseo por un momento de la historia de España que el discurso oficial ha dejado arrinconado: los estragos de la heroína en cierta juventud obrera, proletaria y contestataria, los movimientos antisistema, la música como vínculo generacional, como herramienta de contrapoder.

Parafraseando a Gus Van Sant que dijo que su película Last Days no era una película sobre Kurt Cobain sino que “era Kurt Cobain”, la película de Grau es al mismo tiempo la encarnación hecha imágenes del espíritu de Eskorbuto –ese grupo que no fue bien recibido ni entre los abertzales, por ser considerados fachas, ni entre los fachas, que los consideraban etarras–, y también un trabajo propiamente de Grau: música popular, disfrute gozoso, explosiones, serie B, y una mirada crítica a los discursos que han consolidado los años 80 en España como los años del desarrollo, la alegre y santa Transición y la inocua movida madrileña, carente de ideología, acrítica y moldeable.

"Objetivo Gadafi" (2013).

“Objetivo Gadafi” (2013).

Las más macabra de las vidas, que es de alguna forma la continuación de los programas que realizó Grau para Metrópolis sobre la escena alternativa musical en Cataluña, Madrid y Euskadi, es al mismo tiempo la cara musical de la otra película que la Unión de Cineastas programa este miércoles: Operación Gadafi, un ensayo en imágenes de archivo sobre la historia reciente, y sobre la manera en que los informativos y los medios de masas se han convertido en fábricas de entretenimiento a-crítico y dramático, más preocupados por la búsqueda de lo espectacular que por la información. Tratando de poner en duda esa frase tópica de que la Historia la escriben los vencedores, Kikol Grau, tal y como explicaba en una entrevista con Eulalia Iglesias, está convencido que “LA Historia la vamos escribiendo entre todos. Los discursos, sean verdad o mentira, se acaban fijando a base de repetirlos y adornarlos”. Y ahí está su trabajo: en recordárnoslo a base de mamporros cinéticos y audiovisuales.

Proyección de “Las más macabras de las vidas” + “Objetivo Gadafi” en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes (Madrid).