Página web del Atlántida Film Fest.

Presentación de la programación del festival de FILMIN.

DEPTH TWO. Ognjen Glavonic. 80 minutos. Serbia, Montenegro (2016). Documental.

Presentado en la sección Forum de la Berlinale, este estremecedor documental sobre los crímenes de guerra en Serbia es obra de Ognjen Glavonic, un joven cineasta serbio que dirige su mirada crítica hacia el hallazgo de un camión frigorífico –con cadáveres de albanos congelados en su interior– que llegó a las profundidades del Danubio tras descarrilar en un punto fronterizo entre Serbia y Rumanía. Durante seis años, Glavonic recopiló información sobre los cuerpos sin vida del furgón, masacrados por el ejército serbio durante el bombardeo de la OTAN. La idea inicial era elaborar una ficción, pero el suceso obsesionó tanto al joven director que el proyecto devino un compendio de los testimonios de supervivientes y verdugos. Depth Two es una obra de una honestidad escalofriante, que generará en el espectador un impacto similar al que provoca el visionado de The Act of Killing.

Sin caer en el exhibicionismo gratuito, ambos documentales muestran la versión de los asesinos con una proximidad indigerible. Asimismo, las voces de los genocidas de Depth Two son las mismas que disertaron en los juicios de Milosevic y sus secuaces en el Tribunal de la Antigua Yugoslavia. Así, el documental de Glavonic se construye como una suerte de pleito imaginario, donde las voces en off narran su versión del exterminio para dilucidar algo más terrorífico que la verdad de ese crimen de guerra. El propósito del director es ilustrar el sentimiento de culpa, responsabilidad y vergüenza que todavía azota la conciencia de la población serbia. En otras palabras, el objetivo principal de Glavonic no es denunciar la matanza que llevaron a cabo sus compatriotas, sino demostrar la vigencia de aquella tragedia en el presente, puesto que el pasado atroz de su país se respirará eternamente en cada confín de Serbia. Con la ayuda de Jelena Maksimovic –montadora de Vlado Skafar– Glanovic hila las narraciones grabadas en otra década con imágenes de los paisajes donde se realizaron las matanzas, gestando un ensayo único que se ubica entre el género documental y el poema visual. Carlota Moseguí

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THE CHILDHOOD OF A LEADER. Brady Corbet. 115 minutos. Reino Unido, Hungría, Francia (2015). Con Bérénice Bejo, Robert Pattinson, Liam Cunningham, Tom Sweet.

Ambiciosa y puntualmente fascinante, The Childhood of a Leader, el debut en la dirección del actor Brady Corbet, posee un arranque arrollador. Sobre unas imágenes de archivo de la Primera Guerra Mundial, escuchamos el enérgico aporreo orquestal de la partitura de Scott Walker, que imprime un carácter maximalista a una “obertura” que nos lleva hasta una pequeña población francesa donde unos niños vestidos de ángeles desfilan a cámara lenta rumbo al ensayo de una representación teatral navideña. Uno de esos niños –el ángel de melena rubia– es el hijo de un diplomático norteamericano que está participando en los acuerdos de paz que deben poner punto final a la Gran Guerra. La película, lejanamente inspirada en La infancia de un jefe, la novela corta de Jean-Paul Sartre, retratará la conflictiva educación de un niño que, fruto de la permisividad, desatención y amargura de sus padres, se convertirá en un prematuro maestro en el arte de la manipulación, el autoritarismo y la agresión.

Cabe decir que The Childhood… funciona mejor como el retrato semi-alucinado de unos tiempos oscuros que como un psicodrama sobre la forja de un tirano. En este sentido, el concepto clave del film es el extrañamiento. Haciendo alarde de un talento natural para el uso expresivo y perturbador del travelling, Corbet describe una tierra de penumbra y abatimiento. En uno de los travellings más fascinantes de la película, la cámara se arrima a la espalda del pequeño mientras baja unas escaleras, y el plano termina deteniéndose en el extremo en espiral de una barandilla. Interesante representación diagramática de la turbación interior del niño. El problema de The Childhood… es que su dimensión extrañada se va desvaneciendo a medida que la película se centra en el análisis de la asimilación por parte del niño de las lacras que arrastran sus padres. La frialdad kubrickiana de la que hace gala el arranque de la película se torna más hanekiana en su observación del despertar del niño a la crueldad. Pasado el ecuador del film, el interés del film transita de la figura del niño a los tejemanejes políticos del padre, que negocia los términos de la rendición de Alemania y el reparto de territorios entre los vencedores de la Gran Guerra. Así, la película adquiere una dimensión contemporánea en su retrato de una Europa que, con la complicidad de los Estados Unidos, se muestra incapaz de mirar más allá de sus interesas partidistas. Manu Yáñez

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LES ANARCHISTES. Elie Wajeman. 101 minutos. Francia (2015). Con Tahar Rahim, Adèle Exarchopoulos, Swann Arlaud, Guillaume Gouix, Aurélia Poirier.

El segundo largometraje del realizador francés Elie Wajeman fue la película seleccionada para inaugurar la Semana de la Crítica del penúltimo Festival de Cannes. A diferencia de este año, la edición de 2015 no destacó por la originalidad de los títulos de la competición, sino por su implacable ejecución. En este sentido, cabe señalar que el film de Wajeman puede verse como paradigmático de unos determinados criterios de selección. Ubicado en el tumultuoso Paris de 1899, Les anarchistes propone un acercamiento al movimiento anarquista a partir de una historia totalmente ajena a los ideales de los seguidores franceses de Mijaíl Bakunin. Así, la película arranca siguiendo los parámetros del thriller policíaco: un sobresaliente Tahar Rahim se infiltra en el grupo de los anarquistas más temidos de la capital francesa para dar información de sus próximas actividades a las autoridades. No obstante, la aparición de Adèle Exarchopoulos en la trama es el punto de inflexión que convierte este estimulante neo-noir en un drama convencional sobre el amor imposible entre el policía de incógnito y la revolucionaria. Por otro lado, cabe destacar que las brillantes interpretaciones de los amantes y la dirección de fotografía a cargo de David Chizallet (Mustang) redimen esta aproximación un tanto superficial al Anarquismo. Carlota Moseguí